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Todo con lo que nos relacionamos funciona como si se tratara de una “tecla” o “foco” que nos facilita activar o iluminar el enorme potencial que tenemos dentro.
Los otros, el ambiente, las circunstancias… siempre son oportunidades para que conozcamos vivencialmente el universo de posibilidades que disponemos.
Por ejemplo, cuando amamos a alguien… esa persona nos está facilitando el tomar consciencia de la capacidad que tenemos para sentir amor. Y esa capacidad reside en nosotros, independientemente del otro.
En psicología evolutiva esta visto que los niños, en los primeros meses de vida, tienen una dependencia simbiótica con el entorno; son incapaces de distinguir el adentro del afuera. Así es que desde la más temprana edad se inicia el proceso de individuación, el cual consiste en la progresiva diferenciación del sí-mismo y del otro. Pienso que los adultos seguimos realizando ese proceso, aunque en fases más evolucionadas. Aún se sigue percibiendo la “tecla” o el “foco” fusionados con lo que activa o ilumina; se cree que es imposible experimentar amor, alegría, coraje o la emoción que sea… sin la presencia de alguien o de algo externo. Se piensa que lo interno depende de lo externo como si uno fuese una continuidad del otro, se busca fuera lo que está dentro y así se establecen relaciones de dependencia o adictivas.